Lidia y la toma de decisiones

Lidia es una persona que se ha hecho así misma. En cuánto entró por la puerta, percibí lo grande que era. La familia de Lidia había sufrido un gran golpe, un gran cambio cuando murió su madre hace unos años. En esa misma época Lidia se separó. No lloró las lágrimas de los duelos hasta un año más tarde. ¿Por qué? Se pasó un año entero ejerciendo el rol de madre. Ejercía todos los cuidados. Llenaba el frigo, los estómagos de su padre y de su hermana, les sostenía emocionalmente, sacaba la empresa familiar adelante y arreglaba todos los papeles de las dos pérdidas. Tras un año así, Lidia se largó a Berlín con la excusa de aprender alemán. Se largó a cuidarse a si misma y por primera vez pudo llorar sus duelos. Los sacrificios son temporales, Lidia lo sabe.

Lidia llegó a la consulta para recobrar seguridad, se sentía confusa y además quería cambiar la relación con su padre, ella estaba al límite. Como habéis leído, la empresa era familiar, su padre su jefe, su hermana compañera. Sin duda alguna, Lidia era quien gestionaba la empresa y creerme, lo hacía muy bien. El problema estaba en que su padre no parecía que la valorara mucho, aparte de no creer en sus mejoras, dándole el control de la empresa y al mismo tiempo quitándoselo. Cuando cogió el teléfono para llamarme, Lidia ya había tomado una decisión: creer en ella y decidir su papel en la empresa.

Lidia está entendiendo que quizá su padre nunca le diga lo orgulloso que está de ella, ni todo lo que vale. Está creyendo más en ella, ha empezado a tomar decisiones que mejoran la empresa, apostando por si misma (aún con las negativas de su padre). Está reflexionando sobre qué trabajos dependen de ella, cuáles no y como comunicarse con el personal.

En el transcurso de las sesiones, la “Puta Rabia” se apoderó de sus pensamientos y le daba mensajes chungos sobre su familia. Le ayudó controlar su rabia, su “Puta Rabia”. Escuchaba cuando aparecía, en qué momentos, qué le decía, qué efectos tenía en ella y con el tiempo le fue ganando batallas! Entendió cómo era cada quien, qué podía esperar de cada persona y sobre todo, cómo quería relacionarse y dónde quería colocar a su gente.

Mantuvo algo que solía hacer y le venía genial. Se hacia sus escapadas, sus viajes, pequeños lujos, momentos para respirar, probar y hacer cosas diferentes, descubrirse en contextos nuevos, vivir aventuras. Tenía buena vida social y mantenía un pequeño negocio propio que le permitía mostrar otras habilidades laborales.

Lidia es una tía lista, trabajadora, organizada, amiga de sus amigas y amigos, familiar, le gusta pasárselo bien, con iniciativa y ganas de mejorar. Lidia puso de su parte un gran respeto por ella misma. Se conocía bastante y conocía su cuerpo. Aunque la rabia le generaba culpa y emociones negativas. Respetaba bastante sus emociones, sabía que era parte del camino, obstáculos qué saltar, comprender y aceptar.

La familia de Lidia sigue recolocándose, los cambios que ha introducido Lidia, afectan también a su padre y su hermana. Y quizá en este momento Lidia esté poniéndose el bañador para tirarse a la piscina, en eso también ha mejorado. Ahora levanta la cabeza, mira, siente y busca.

Es un placer acompañarte en este camino, gracias por tu paciencia, por darte tiempo y cuidarte, por enseñarme otras formas de vivir, por tu entrega, tu disposición y por todos tus kilómetros.

Para la Gran Lidia.

PD: Aunque los casos son reales, llevan nombres ficticios y añado cambios en la historia, siempre para proteger los datos de carácter personal.